Capítulo 1
El camino comienza por un pequeño cartel al costado de la ruta 109 en el Valle de Calamuchita, Córdoba, Argentina.
Esos carteles que tal vez pasarías de largo como tantas oportunidades.
El ripio es incómodo, sí. Y se extiende por varios kilómetros pero vale cada esfuerzo de los neumáticos.
Al costado del camino unas cabras pelean quién sabe porqué, y llaman la atención de los visitantes, o sea … nosotros. No había nadie más en ese momento.
Aquellos que llegan a Villa Alpina a las 8 am, sólo vienen con una intención, caminar por el inmenso Cerro Champaquí. Recorrer sus venas y adentrarse en sus entrañas.
Aún no encontramos una palabra justa para describir el hecho de estar en el corazón de una montaña.
Algunos aman su cima, y claro, hacer cima es como subir hasta sus ojos y así poder contemplar la vista del cerro, sentir su respiración agitada como vigía del Valle.
Otros, en cambio, disfrutan más los latidos de su corazón, sentarse y sentir el calor de su piel con la lectura de un libro y su respiración tranquila.
Nos queda sin responder la pregunta ¿Por qué late un cerro tan inmenso?
Los que aprendieron a amar los procesos, a golpes, o gracias a la cámara de fotos, que te obliga frenar en el camino, contemplar detalladamente y hasta crear mundos de esos mínimos momentos, vamos por ahí a paso lento capturando y compartiendo cosas.
Los aventureros, encuentran belleza en llegar y superarse a sí mismos, transgredir límites internos y llenarse de adrenalina.
El Champa, como le dicen los amigos, tiene un espacio para cada uno.
El primer tramo ya te muestra la subida, es como si te avisara que de acá sólo se sale para arriba. Este tramo es la materia pesada, y dicen que si no pudiste con ello, deberías recursar. Es hermoso volver a intentarlo, que no les digan lo contrario.
Las entrañas de un Cerro no son fáciles de transitar.
El Pinar, como lo llaman, es una pequeña muestra , como un portal a la inmensidad que nos espera más allá de la tranquera.
Un arroyito limpio del que podemos beber agua, el manto rojizo de la pinocha en el suelo que se ve más intenso por la niebla y nos hace de alfombra.
En este punto es la última vez que vas a mirar desde abajo los enormes pinos que hacen guardia en el Portal del Champaquí como granaderos firmes e inmóviles.
Continuará…
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